Williams (1988) indica que la cultura es un terreno de lucha por la hegemonía, y que esta lucha se produce en torno al nombre de las cosas y el sentido que éstas tienen. Esta investigación hace centro en esta problemática. Con un análisis diacrónico sobre los modos de nombrar (que son también modos de pensar) a lo que habitualmente llamamos 'hinchas' de fútbol, he intentado abordar el imaginario (Baczko, 1991), creado y recreado por los medios1, que ha informado su existencia social durante sesenta años (1924-1982). Esta elección se fundamenta en una observación contemporánea: aquella que como resultado de una investigación precedente (Conde, 2000) ha dado cuenta de que, en la última década, en lo que a fútbol refiere, la posibilidad de pensar la nación de manera fuerte, se desplazó desde los jugadores hasta los 'hinchas'.2
Como demuestra Archetti (1994), el fútbol dio lugar a la construcción de una identidad popular, nacional y masculina desde los años '20, haciendo centro en los jugadores y en un estilo de juego. Y esta misma dirección ha proseguido a lo largo del siglo (Alabarces, 1999, 2001). Con mayor o menor efectividad, es cierto, con mayor o menor pregnancia según la época histórica, pero con constancia.
Los '90 constituyen, en este sentido, una ruptura. Se produce en ellos, como señala Alabarces (2001)3, la crisis de la representación futbolística, y lo que de ella sobrevive es fragmentario. Así, la representación de la nación por (medio de) los 'hinchas' revela no un sentido comunitario sino su desintegración (que evidentemente no es sólo discursiva). Como se revisará en este trabajo, esto no fue siempre así.
Corpus y objetivo Al encontrarme con el tema, que revelaba un problema sugerente, la mayor dificultad se presentó en cómo efectuar un recorte para acceder a un corpus que diera cuenta de él. Se trataba de buscar un material que permitiera el abordaje sistemático y que pusiera justamente en escena a estos 'hinchas'. Ambas peticiones parecían poder cumplirse por medio del acceso a los hechos de violencia terminados en muerte en el fútbol, ya que estos implicaban justamente a los 'hinchas'4 a la largo de casi todo el siglo.5
El objetivo era poder observar cómo el movimiento "descendente"6 de una narrativa nacional hegemónica cuyo origen fue estatal, y que luego fue capturada por los medios para convertirse en una versión "popular" de esta misma narrativa7, se daba a (y se proponía como) una narrativa que podría interpelar a todos los sujetos en "condiciones de igualdad", en tanto pasibles de un desempeño del lugar 'democrático' asignado por el relato: el de 'hinchas'.8
Los dos primeros períodos delimitados Con el trabajo de investigación y de escritura, he delimitado etapas diferentes en función de las representaciones que proporcionaron los materiales analizados. Éstas podrán ser sujetas a modificaciones, en función de que ciertos años deben ser objeto de otras investigaciones.
I. Una etapa de inestabilidades semánticas: 1924-1957 El material relevado permite dar cuenta de ciertas claves en torno a tres actores principales del drama futbolístico: los que disputan partidos, los que asisten a presenciarlos y los que se encargan de controlarlos. Lo que hoy llamamos cotidianamente: los "jugadores", los "hinchas" y la "policía". Estos "nombres", sin embargo, tienen una historia de usos, desusos y cambios, y si, tal como afirma Whorf (1956), el lenguaje modela en sentido único la aparición de un sistema conceptual mediante el que se aprehende la realidad y se ordena el comportamiento, sus mutaciones históricas tienen mucho para decirnos sobre la cultura compartida. Y sobre el estado de la disputa que la configura.
En relación a los que asisten a los estadios, en esta primera etapa las variantes son profusas. Pueden ser llamados aficionados, público, parciales, multitud, fanáticos, simpatizantes, muchedumbre, hinchada, particulares, masa del pueblo, "hinchas"9, y la inestabilidad, notoria, señala que este lugar social no constituye, todavía, un problema; o, en otros términos, que no es culturalmente relevante para producir identidades en el nivel macrosocial10. Esta ausencia es reforzada por las modalidades del decir del discurso: mientras que en esta primera etapa se explota el modo descriptivo, más adelante se utilizara un modo prescriptivo.11
En este sentido, Añón et al (2001) señalan que la constitución de un público de medios gráficos deportivos se produce recién entre principios de los '40 y fines de los '50. Y que uno de los cambios que indican esta formación es la puesta en escena en las representaciones gráficas del público espectador en las canchas. Rodríguez (2001), quien trabaja con noticieros cinematográficos de la época, señala lo mismo:
El 'crack' se convierte en 'ídolo' deportivo y el público aparece como actor co-partícipe de la conversión. Este fuera de campo finalmente capturado por la representación parece extender el concepto de 'lo deportivo' desde la práctica de un individuo talentoso hacia una concepción que abarca también las prácticas de su consumo como efectivamente constitutivas de un fenómeno de mayor envergadura que hace posible el ingreso del deporte al repertorio de bienes simbólicos compartidos por la comunidad imaginada.
Es justamente durante los gobiernos peronistas que se inicia un proceso de modificaciones que se van a hacer visibles, en este corpus, luego de 1955. Durante estos gobiernos, según Scher y Palomino (1988:49-50), se produjeron las cifras promedios más altas de asistencia de público a los estadios. Para el quinquenio 1946-1950, el promedio anual fue de 3.330.000 espectadores, con un promedio, también anual, de 266 partidos. Para el quinquenio siguiente, 1951-1955, el primero fue de 3.092.000 asistentes a las canchas, y de 245 partidos disputados al año. Es significativo que en el período con mayor asistencia de público promedio no se haya producido ninguna muerte.
Y, más aún, que en la etapa siguiente se encuentren modificadas, en los medios, las definiciones (en términos de representaciones) en relación a los sujetos implicados en la dirección que el peronismo creó, pero no hizo extensivo al fútbol: como se verá más abajo, la etapa siguiente se caracteriza por una interpelación de los 'hinchas' en tanto 'Pueblo', un fenómeno ausente en las revistas oficiales peronistas Olimpia y Mundo Deportivo.12
Hay que recordar que el fútbol se constituyó en esta época como lugar de la epicidad nacional (y popular). Un lugar imaginario, como señala Rodríguez (2000), ya que queda por afuera de las políticas intervencionistas gubernamentales en el área. En el plano imaginario, entonces, el fútbol fue "difundido eficazmente entre las clases populares desde los años '20", produjo un panteón heroico de jugadores, y llegó a convertirse en "ritual celebratorio de la patria" (Alabarces, 1999:34). Así, durante el peronismo, entonces, "el deporte no se instituye como suplencia, como vicariedad, sino como el dato que confirma, en un universo complementario, el doble juego de expansión (de la Nación) e inclusión (de los nuevos actores populares)" (op. cit., p.48).
En relación a los jugadores, en cambio, se puede señalar lo contrario que en relación al público. La constitución de éstos en tanto modelos de comportamiento está, sin duda, relacionada con su constitución imaginaria como footballer13 amateurs y luego como jugadores profesionales (a partir de 1931). Este proceso implicó, también, su puesta en escena en la superficie de los medios, así como de un conjunto de valores sociales, que fueron objeto de disputas y que los caracterizaron.14
De allí que, imaginariamente, funcionen como referentes del comportamiento del 'público'15: "Veamos el proceso del incidente, que tuvo tan fatal desenlace: las cuartas divisiones llegaban al término de una lucha que se iba haciendo enconada" (EG, 19/5/39). Entonces, dos jugadores empiezan a pelearse, pelea a la que se incorpora el resto de los dos equipos, así como los masajistas y 'particulares'. Por esto, "El público de la popular que asiste al espectáculo se enardece" (op. cit.). Los jugadores, entonces, son concebidos como "modelos", que deben dar el ejemplo. La razón por la cual estos jugadores en particular no lo hicieron es explicada un poco más delante:
Conviene que las autoridades del fútbol dediquen especial atención a los partidos preliminares de cuarta, donde jugadores noveles que debían sentirse orgullosos de que presencien su juego verdaderas multitudes se consideran actores importantes y henchidos de vanidad suelen tener alardes exagerados de amor propio e incontinencia deportiva. (op. cit.).
Son, de este modo, "compadritos que se sienten cracks prematuros" (op. cit.).16
II. De la "alegre fiesta del deporte"17 a la alegre fiesta del "Pueblo" "El fútbol es el deporte del Pueblo y, por ser del Pueblo, es maravilloso. Y es una compensación por las penurias populares, olvidadas en los estadios" (CR., 14/4/67). Un espacio social reconocido. Un acontecimiento que debía "ser un espectáculo barato" (EG. 2/7/68) porque "El fútbol es para el Pueblo y del Pueblo surgen sus protagonistas" (CR., 15/4/67)
Los muchachitos de la Ribera habían llevado su canción en los labios, como el hombre bueno del suburbio muerde el cabo del rojo clavel paseando su señorío en el barrio. (...) La multitud echaba a volar cánticos como palomas enloquecidas de alegría. (...) Papel picado, bombos, clarines, rubricaban la emoción del estadio. (...) Tarde feliz del Pueblo. Tarde del suburbio y del centro de la ciudad. Tarde del país, concentrado allí, como un cascabel frenético. (...) Para que se viera, una vez más, cómo el Pueblo sabe ser el protagonista magnífico del mejor día del año. (CR., 24/6/68).
Esta recolocación del acontecimiento deportivo viene acompañada de un proceso de distinción en relación a los 'espectadores'. Antes de abordar el discurso que lo configura, es necesario señalar que la diferenciación estuvo, de algún modo, empujada por el acontecer histórico: un polo de ese binomio está relacionado con aquellos sujetos que realizaron acciones violentas en los estadios de juego. Y estas acciones se multiplicaron exponencialmente en relación a la etapa anterior.18
Binomio: esquemáticamente, resultaba de definir quién era un 'hincha' y quién no lo era. En el polo positivo, se trataba de un "ingenuo espectador que va con el propósito simple y puro de pasar una tarde de sana emoción, realizando para ello mil sacrificios" (C., 30/5/59). El "hincha que lleva a su amor al fútbol y a su divisa en la sangre" (C., 4/6/59). El mismo que se convierte en "hincha-mártir" (EG., 30/10/58), y que, casi diez años después va a merecer su propio día, el "Día del Espectador" (CR., 25/6/68).19
En el negativo, en cambio, eran "otros que se dicen hinchas, pero en realidad son peligrosos fanáticos que amalgaman esa condición con la de delincuentes y que se muestran despiadados cuando van al fútbol" (C., 10/4/67). Este 'hincha falso', que es un tópico que se repite una y otra vez hasta la actualidad, lo es justamente a partir de la puesta en relación de 'fútbol', 'hincha' (o 'pueblo') y 'nación'. Si se entiende que el fútbol es una fiesta de la 'nación' toda20 , quienes atenten contra el "pueblo" (sinecdóticamente representado por los asistentes a las canchas) no pueden, si no, ser definidos en una relación de exterioridad. Son "inadaptados sociales" (CR., 13/4/67) a los que hay que "extirpar como un tumor que nos debilita y enferma" (EG., 11/4/67).21
El Pueblo, dueño del fútbol, debe tomar cartas en el asunto y convertirse en policía, en maestro, en censor, para salvar a su deporte favorito. Que su acendrado amor a la dignidad se convierta en la conciencia nacional que purifique con un correcto comportamiento en las tribunas, los estados manchados con el deshonor de la barbarie (CR., 15/4/67).
El proceso de distinción, sin embargo, resulta muchas veces ambiguo22, debido especialmente a ciertas asociaciones, aunque inestables, entre delincuencia y juventud y delincuencia y masividad. Así, "las hinchadas de fútbol argentino" son "(núcleos humanos con mayoría de jovencitos y chiquilines, amparados en su irresponsabilidad unas veces y en el anonimato otras)" (EG., 24/10/58)23 . "De esa impunidad de barra partió de pronto una piedra (...), y algunos otros inconscientes, no menos criminales por ser inconscientes, lo imitaron como parece inevitable en todo rebaño" (EG., 14/10/58). Un "periódico aglutinamiento mayoritario, que las más de las veces es causal de barbaries en las canchas" (EG., 10/6/59).24
Notablemente, el discurso que se desarrolla en torno a los jugadores está cargado de referencias hacia la violencia. Pero ésta es de otra clase. Si se piensa, con Elías (1978), que los deportes jugaron un papel central en el proceso de civilización, al aportar espacios y prácticas para el desarrollo de una violencia regulada25, estas referencias, encontrables también el período anterior, suponen la puesta en escena del imaginario que sustenta el proceso. En el mismo sentido, Bromberger (2000) señala que el fútbol es un terreno propicio para la construcción de identidades colectivas, sean estas nacionales, regionales o locales. En relación a las identidades nacionales afirma que, debido a esta posibilidad, el fútbol suscita una retórica militar26 de donde toma su raíz el vocabulario técnico.
Los deportistas pueden, así, matar (EG., 18/8/79) o "morir" (EG., 19/5/76), ser "artilleros" o "batallistas" en una "lucha", "batalla" o "refriega", con "tiros", "táctica", "defensa", "ofensiva" o "vanguardia".27 En torno a ellos, la nación se ha desarrollado tempranamente como narrativa (Archetti, 1995). Pero esta idea se sustenta en un estilo de juego, el "estilo argentino", que se ve amenazado por "una descomposición general de la educación deportiva dentro del fútbol profesional" (EG., 30/10/58). Los jugadores aparecen, así, "carentes del sentido ético de la profesión" (C., 21/10/58). En esta dirección, señala Alabarces (2001:130) que a partir del mundial de Suecia de '58, aparece en la Argentina el fútbol espectáculo, cuya característica central radica en ser "un gesto puramente económico", y en donde la finalidad del juego pasa a ser, desde el punto de vista imaginario, el mero triunfo deportivo. Si el fútbol pierde su "esencia"28 nacional, cuya centralidad está dada por el estilo de juego, y a la vez su capacidad interpeladora de lo nacional ha sido puesta en marcha por el peronismo, ¿esto no posibilita la eficacia (y justifica su existencia) de un imaginario 'ampliado' de la comunidad nacional?29
Notas finales Es evidente que se produjo un cambio significativo entre el primero y el segundo de los períodos delimitados y que este cambio se constituye por medio de una gradual definición del término (y del sentido del término) en relación a los que asisten a los estadios, pero también, y fundamentalmente, por medio de su vinculación a un colectivo mayor, que además es un colectivo integrador. Y que es el concepto de Pueblo. La línea de demarcación pasa aquí por ser o no ser del 'Pueblo', lo que se manifiesta en el par oposicional 'hincha'/'hincha falso'.
Entiendo que este imaginario que supone al 'hincha' igual al 'pueblo' y a ambos relacionados con la nación es un imaginario de inclusión social, en tanto crea un sentido de comunidad que se complementa con otros sentidos ya construidos previamente (deportivos, políticos, materiales y simbólicos).
Y lo más interesante: muestra las modalidades para hacer que estos sentidos, como dice Hobsbawm, formen parte de nuestras vidas.
Notas
1. Se trata de los diarios Crítica y Crónica y la revista El Gráfico. En el texto abreviados: C., CR. Y EG.
2. Lo que no implicó, de todos modos, su relevo.
3. Cfr. también Alabarces, 1999 y Alabarces et al, 2000.
4. Lo que no quiere decir que en las noticias de otros acontecimientos no se diera cuenta de ellos. Sin embargo, también es cierto que la sobrerrepresentación del 'hincha' en las canchas es patrimonio de la última década. De todos modos, considero que hay otras zonas de interés a indagar: los mundiales, los campeonatos locales y las notas de color parecen ser especialmente aptas.
5. Los hechos de violencia terminados en muerte se han extendido desde 1924 hasta la actualidad. Mi recorte original abarca desde 1924 hasta el 2000, aunque esta ponencia sólo recupera los dos períodos iniciales: 1924-1957 y 1958-1982. La elección de los hechos de violencia terminados en muerte se debe a que son un número acotado, se trata de un total de 202 casos, que han sido objeto de una cronología sistemática realizada por Romero (2001), lo que facilita su ubicación y abordaje.
6. Según Gellner (1983), las narrativas nacionales se fundan en las acciones de las burocracias de estado, la educación y los medios masivos. Lo que supone la construcción de un nacionalismo desde "arriba". Cfr. Alabarces, 2001.
7. Me refiero al hecho de que la narrativa nacionalista futbolítica retoma los temas y los protagonistas del relato del nacionalismo oficial de los Lugones y los Gálvez de los años '20, y construye, a la vez, la imagen del jugador tipo y del estilo de juego argentino (Archetti, 1995 y 1999). Esta narrativa, entonces, si está regida por un ideal democrático-meritocrático, en tanto el acceso al lugar de jugador es el de los más habilidosos, no interpela directamente al conjunto de la población, que sin embargo es (y se siente) muchas veces representada por medio de este deporte. Una vía de comunicación la constituye, sin embargo, este ideal meritocrático de acceso al juego, en tanto cualquiera, sin importar su origen social, puede desempeñarse en él, tan sólo por obra de su performance. Otra vía, y esta es en parte la propuesta del trabajo, está dada, en cambio, por la construcción de un imaginario que da cuenta de una relación simbiótica entre fútbol e 'hinchas' como protagonistas, y ambos representando a la nación.
8. De hecho, el protagonismo de los hinchas es tradicional en las canchas. Como indica Archetti (1985:9), "En la Argentina no sólo los jugadores son los que están en actividad tratando de probar quiénes son los mejores, los más inteligentes, los más hábiles y los más oportunistas. Esto se reproduce a nivel de las hinchadas: los hinchas ponen en juego no sólo el prestigio del club sino partes de su identidad posicional".
9. En el relevamiento este apelativo de 'hincha' fue encontrado una vez entrecomillado (lo que marca la distancia del uso habitual) y otra en una transcripción de los dichos de un policía (es decir, implementado por el uso oral), ambas en el diario Crítica (3/7/44).
10. Es decir, a nivel de toda la sociedad, en el que funciona la idea de nación. En el nivel local el proceso data de principios de siglo, y en él intervienen diarios como La Argentina (Frydenberg, 1997) para las ligas independientes y los grandes diarios de circulación nacional para la liga oficial.
11. Si bien aparece el género opinión, no se enuncia lo que 'debería ser', lo que sí se encuentra en los períodos subsiguientes junto con una enunciación del lugar social del propio periodismo (período II), y una "criminalización" y "barbarización" de los protagonistas (período III, que no será repuesto en esta ponencia), que aquí sólo son "una nota de apasionamiento, incultura y excitación" (EG, .19/5/39). Para El Gráfico hay que modelizar esta afirmación, ya que algunos tramos de las notas de opinión resultan prescriptivas. Sin embargo, ni el peso específico de esta información en la superficie discursiva de la revista (de las tres muertes, sólo dos acreditan notas, una cada una), ni el peso de la prescripción en el conjunto de la nota, suponen una impugnación a esta afirmación general.
12. Un fenómeno ausente en relación al fútbol. Cuando se trata de reponer acciones de Estado, esto es profuso. Insisto nuevamente en continuar las investigaciones en este sentido en medios de circulación masiva, ya que por la característica del recorte temporal que seleccioné para esta primera indagación, esto no formó parte de mi propio corpus.
13. Es decir, como miembros de equipos, que eran también clubes, que pertenecían a ligas independientes y paralelas a la nacional, de origen y acento británico (Frydenberg, 1997).
14. Cfr. Frydenberg (1997), especialmente sus apuntes en relación al diario La Argentina.
15. Fenómeno que va a continuar a lo largo de toda la historia del fútbol.
16. Archetti (1995:421) señala que en la cultura argentina los gauchos y compadritos permitieron "la construcción literaria de mundos masculinos".
17. C., 16/5/39.
18. Mientras que en la primera etapa se registran un total de 12 muertes, en tres acontecimientos, en esta se encuentran un total de 87, de las cuales 71 se produjeron en el suceso denominado "Puerta 12", en el club River Plate. Las 16 restante sucedieron en 14 hechos distintos.
19. El entonces Presidente del Club Atlético Independiente propone su creación en ocasión del acontecimiento de Puerta 12.
20. Relación establecida también discursivamente: "el deporte es una escuela de integración colectivista en la ciudadanía que lo practica" (EG., 30/10/58); y por eso, los hechos violentos resultan ser un "bochorno nacional" (C., 29/5/59). El "Pueblo" (-'hincha') por su "acendrado amor a la dignidad" debe convertirse en "la conciencia nacional" (CR., 15/4/67). "Los que crean que sólo se sirve al país en un campo de batalla (...) desde la alta función del gobierno, o manejando el poder, la fuerza y la riqueza. (...) Se lo sirve desde cualquier lugar, por modesto que sea el quehacer, por anónimos que sean el hombre y la mujer empeñados. (...) Y también se lo sirve en el deporte" (CR., 25/6/68). El caso de Crítica es sintomático, ya que en 1924 afirmaba lo contrario: "Simbolizar a la patria en un puntapié bien dado, creer que si se pierde un match, sufre el honor nacional, puede ocurrírseles a mentes muy rudimentarias. Y sólo se explican los excesos cuando la masa del pueblo ha sido impresionada" (C., 5/11/24).
21. Exterioridad que parece ser irrepresentable durante el período 1976-1983, en el que la dictadura militar argentina intenta capturar esta línea significante fútbol, nación y pueblo (que parece igualarse a Estado a la vista del Mundial '78, y Estado se legitima en la idea de orden en contraposición al caos del '73 y '74). Así, si fútbol remite a nación y ésta a Estado, se explicaría el silencio informativo de la revista El Gráfico acerca de todas las muertes sucedidas en el período, lo que desmentirían esa igualación o demostrarían su imposibilidad. Esto contrasta notablemente además con las extensas coberturas de la misma revista en los períodos precedente y siguiente. Considero que esta aserción debe ser objeto de investigación, pero varios autores han demostrado que la prensa argentina en general, con contadas excepciones, se vio sometida a un proceso de censura-autocensura en ese período, lo que autoriza a su lectura en términos políticos.
22. Y esta ambigüedad está señalada también por un tópico como el de la pasión, que es tratado aquí en su acepción negativa: "El fútbol apasiona y ello trae como consecuencia algunas reacciones fuera de lugar, pero explicables cuando son producto del momento" (EG., 17/6/59). Así, los sujetos guiados por la pasión serían peligrosos, por sus acciones, pero 'verdaderos' hinchas. En el mismo sentido se encuentra una referencia mucho más temprana: "reacción contra las pasiones y los excesos capaces de conducir a tan tristes resultados" (C., 4/11/24). En contraste, en la década de los '90 el tópico de la pasión se va a constituir en el fundamento de la auteticidad del 'hincha', como bastión del 'verdadero fútbol', y en contraposición a los jugadores y los clubes, guiados por el éxito y el dinero.
23. Otro ejemplo, pero de 1985, da cuenta de la continuidad de esta relación: "Cancha de Huracán. Vélez y River no juegan porque lo impiden quince mocosos atorrantes y veinte energúmenos que no son debidamente controlados por la policía" (EG., 9/4/85).
24. El tópico de la barbarie, en relación al polo negativo, se repite frecuentemente en esta época. Junto a él, 'vándalos', 'criminales', 'patotas' son adjetivos que acompañan su puesta en escena. Sin embargo, lo que se podría llamar 'barbarización' se produce, por su peso específico en la narración, en el período siguiente, junto con la aparición del 'concepto' de "barra brava".
25. Paralela y complementaria, además, a la conformación de los Estado Modernos y a su monopolio de la fuerza pública.
26. Metáforas guerreras que no hacen más que recordar el carácter de "guerra ritualizada" que tiene el fútbol.
27. E incluso, los 'espectadores', "soldados" (C. 3/7/44), según una escala de importancia.
28. Corresponde aquí este término, ya que efectivamente la definición es esencialista, y se configura en torno a 'lo criollo'. Tal es así, que este 'estilo criollo' es jugado por deportistas que tienen apellidos italianos o españoles; es decir, inmigrantes e hijos de inmigrantes del principio del siglo.
29. Una pregunta que es imposible de responder en el marco de esta investigación, cuya finalidad fundamental es establecer los hitos generales del imaginario sobre el 'hincha'. Ampliado: de todos modos, esta ampliación no implicaría su relevo. La narrativa nacionalista sobre el fútbol continúo, y exitosamente, centrándose en el juego y los jugadores, hasta llegar al paroxismo con la figura de Maradona (Alabarces, 2001; Alabarces y Rodríguez, 1996), que es además su cierre. Los '90, por eso mismo, abren la pregunta por su relevo.
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